Cuando uno lee frases como ésta, "un aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos introducir cambios radicales en nuestro estilo de vida con gran rapidez. Los ciudadanos han demostrado con creces que están dispuestos a hacer sacrificios por el bien de la atención sanitaria y otros trabajadores esenciales y grupos de población vulnerables, como los ancianos. Es evidente que existe una voluntad de construir una sociedad mejor y debemos aprovecharla para garantizar el Gran Reinicio que necesitamos con tanta urgencia”, no puede dejar de llevarse las manos a la cabeza y alegrarse de ser un inadapatado en ésta sociedad tan profundamente enferma.  

Ésta frase, que no está extraída de una conversación de bar, ni de casino de pueblo, ni de tasca, fue pronunciada en el Foro Davos 2021. Ya ni se molestan en esconderse. Y ésa frase resume a la perfección la importancia que el resto de la humanidad tiene para los allí reunidos. ¡¡Ninguna!! (Les pego un par de links para que ustedes mismos lo puedan verificar. Link 1. Link 2.). 

El problema sigue siendo el mismo, y es tan viejo como la misma Humanidad: la codicia de unos pocos frente al resto. ¡¡El mismo!!

Y nada va a cambiar mientras la inmensa mayoría siga callando y aceptando el cruel destino que los codiciosos no están preparando. Si hay algo entre los humanos que tenemos de "rebaño" es la absurda sumisión gratuita que, por lo visto, se muestra ante la codicia de unos pocos. 

Sigan escuchando a personajes que hacen que alguno se pregunte si el hombre no desciende del mono, tal y como lo hace Don Juan Manuel De Prada en su artículo "Todos andorranos", en el que dice, y cito textualmente, "Todo lo que salía por la boquita del youtuber en cuestión podría haberlo formulado tranquilamente cualquier orangután o chimpancé, con tan sólo mejorar sus órganos de fonación; y, desde luego, brindaba motivos de esperanza a la ameba y el paramecio, que con un poquito de esfuerzo tal vez puedan también acabar residiendo en Andorra. Pero, más allá de la burricie presuntuosa del youtuber de marras, me acongojó la abultadísima cifra de sus seguidores, a los que imaginé al menos tan orgullosos de su vulgaridad como su ídolo (aunque, desde luego, mucho menos ‘listos’). Pero si personajes así se han encumbrado como ídolos entre una multitud de adolescentes es porque, previamente, alguien se encargó de deformar espiritualmente a esos adolescentes. Alguien se encargó de desviar sus inquietudes, de envilecer su gusto, de sofocar sus ansias de conocimiento y matar sus anhelos de belleza, hasta convertirlos en una papilla gregaria que se regocija con las sandeces de moda (y aspira incluso a acuñarlas, a imitación de sus youtubers de cabecera). Y esta exhaustiva labor de degradación no habría podido completarse si los ministros y famosetes que se rasgan las vestiduras no hubiesen envenenado concienzudamente las fuentes de las que bebían esos adolescentes. Para ello fomentaron la destrucción de sus familias y les brindaron una educación bajuna y aturdidora que, a la vez que halagaba sus bajos instintos, los privaba de una genealogía cultural, moral y espiritual; y a continuación les brindaron entretenimientos plebeyos que poco a poco fueron anulando sus resistencias, hasta convertirlos en cera moldeable para sus ingenierías sociales. Pero esa cera moldeable es también invertebrada y descree de todos los arraigos y lealtades. Desdeñosa de las cualidades espirituales, no concibe otra forma de éxito que no sea el enriquecimiento material. Si lo consigue, corre a refugiarse en Andorra; y, si no lo consigue, rabia de envidia y resentimiento. Pasiones de Caín que, por supuesto, ministros y famosetes mediáticos se encargan de disfrazar de indignación democrática, para que nadie repare en las causas profundas de los planes andorranos.". (Fin de la cita). 

A ver, el tema es sencillo; en la cadena jerárquica está claro que todos nosotros somos los últimos. Los científicos e investigadores están justo delante nuestro, y a continuación están los políticos, que no dejan de ser las marionetas de los que acuden al Foro Davos a dilucidar sobre el "sexo de los Ángeles" o cualquier otra cuestión parecida. 

¿La solución? Fácil, muy fácil: apartar a toda ésta panda de "codiciosos", "egoístas" y "yoístas" que se ha apoderado del poder y poner en su lugar a personas con principios y valores que conozcan la "Regla de Oro", y la quieran llevar a la práctica. La "Regla de Oro" es un principio moral general que dice: "trata a tus congéneres igual que tú quisieras ser tratado", que se encuentra en casi todas las culturas, casi siempre como una regla fundamental.

La encontramos en el Humanismo, "cuando tratas a los demás, como quieres que te traten, te liberas". La encontramos en el Taoismo, "considera la victoria de tu prójimo como si fuera la tuya, y la derrota de tu prójimo como si fuera la tuya". La encontramos en la Bahá'i, "bendito quien ama a su hermano antes que a sí mismo". La encontramos en el Islam, "ninguno de ustedes cree verdaderamente hasta que quieran para otros lo que desean para ustedes mismos". La encontramos en el Judaismo, "lo que para ti es odioso no lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda ley, todo lo demás es un comentario". La encontramos en el Budismo, "no trates a otros de maneras distintas que tú mismo encontarías hirientes". La encontramos en el Hinduismo, "el deber supremo es no hacer a los demás lo que te causa dolor cuando te lo hacen a ti". La encontramos en el Confucionismo, "la benevolencia máxima consiste en no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan a ti". Incluso la encontramos en el Cristianismo, "todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, hagánlo por ellos". 

"You may say I'm a dreamer, but I'm not the only one. I hope some day you'll join us and the world will be as one". Esto es lo que dice la famosa canción "Imagine" del malogrado John Winston Lennon. Puede que el día que todo el mundo entienda el mensaje..., el mundo será un lugar maravilloso. 

Para cuatro días que vamos a estar por aquí, y algunos ya llevamos tres..., ¿para qué hacer el mal pudiendo hacer el bien? 

Intenten ser felices.