Estos son mis principios. Si no me votas tengo otros

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Si de algo debería haber servido las reiteradas campañas electorales a las que hemos asistido últimamente, es para comprobar el bajísimo nivel de todos esos don nadie que aspiran, ilusos ellos, a gobernar nuestras vidas. No podemos volver a caer otra vez, y otra, y otra en otra democracia judicializada.

 

 

El candidato que no es un iluminado es un friqui, un marciano, un inmaduro o firma con la equis porque no fue a la escuela y ni siquiera aprendió las cuatro reglas. Muchas son las amenazas que se ciernen sobre nuestras todavía frágiles democracias. Pero por encima de todas ellas sobrevuela la peor sin ningún género duda: la llegada a la política, a modo de invasión y plaga, de un auténtico ejército de arribistas, mediocres, aprovechados, querulantes, oportunistas, ágrafos, estómagos agradecidos, pajarracos a la sombra del poder, aficionados, locos, pilletes, charlatanes de poca monta y gente sin oficio ni beneficio que pasaba por allí cuando le ofrecieron un carguete, dios sabe a cambio de qué. Gente que viene claramente a servirse del poder cuando deberían estar al servicio del ciudadano.

 

 

Desde el principio de los tiempos el mundo ha avanzado y progresado porque los mejores, de una forma u otra, gobernaban. Ésa dinámica, que aseguraba que la inteligencia, la grandeza y los valores impulsaran la civilización, murió cuando los partidos políticos aparecieron logrando que los más mediocres, los más vulgares y los más egoístas dominaran el planeta. Y es precisamente ésa revolución de los más mediocres lo que nos ha llevado a las situaciones límite en la que muchos países se encuentran en la actualidad por estas latitudes. 

 

 

- "Aquí lo único que anda mal es todo" -. Ésta frase de José María Hipólito Figueres Ferrer, que ocupó la presidencia de Costa Rica en tres ocasiones, resume a la perfección el estado caótico de muchos países. Pero él, que tuvo los santos bemoles de abolir el ejército de Costa  Rica en 1.948 basándose en las teorías de Herbert George Wells, al que leyó mientras estaba en el MIT, al proclamar que "el futuro de la humanidad no puede incluir a las fuerzas armadas. Policía, sí, porque la gente es imperfecta", sí que supo poner remedio. Desde entonces, Costa Rica no ha tenido ejército y ha mantenido una fuerza policial nacional de 7.500 miembros para una población de más de cuatro millones.

Hablan los que dicen entender de desafecto*, desafección política, y no es el verdadero problema. El uso del término desafección, tanto en las áreas superiores de los estudios de las ciencias sociales y educativas, como en política, hace referencia a la condición principalmente emocional y pasional, de ausencia de sensación de pertenencia al grupo, sentirse a disgusto en la comunidad política, falta de representación, privación de recursos políticos, falta de confianza, etc. Se refiere a un sentimiento persistente de extrañamiento respecto a las instituciones, valores y líderes políticos existentes, y que tiene como consecuencia que los ciudadanos se consideren a sí mismos forasteros o intrusos. No obstante, el término desafección alude a un conjunto de sentimientos mucho más difuso.

 

 

La desafección política también está relacionada con la sensación de falta de poder y con la eficacia política, el sentido de la falta de poder y de la eficacia política que se refiere a la percepción del individuo de sus capacidades para entender la política e incidir en ella, y se considera relacionado con la disposición a participar en acciones política la eficacia política alude a una percepción subjetiva de la influencia personal, y no de la incidencia real objetiva. Prewitt, (1977). Las percepciones de eficacia política personal, están asociadas a la participación electoral. Campbell, Gurin y Miller (1954)lo describen como la capacidad de comprensión e influencia de los ciudadanos singulares en los asuntos de gobierno.

Desde otra perspectiva considera Montero (1994) la desafección política como una especie de síndrome, y afirma que sería posible situar sus síntomas en un continuo que fuera desde un polo positivo de ciudadanos completamente integrados y con fuertes sentimientos de cercanía a su sistema político, que pasando a través de puntos intermedios caracterizados por un cierto desapego respecto a elementos significativos del régimen, y que alcanzaría un polo negativo definido por una hostilidad completa hacia el sistema político y un consecuente alejamiento del mismo. Entre los síntomas más importantes de esta gradación se encontrarían el desinterés, la ineficacia, la disconformidad, el cinismo, la desconfianza, el distanciamiento, la separación, el alejamiento, la impotencia, la frustración, el rechazo, la hostilidad y la alienación. Existen por tanto dos perspectivas, una más institucionalista y otra desde el punto de vista del comportamiento político, objetando que la desafección política genera tanto la no participación en política como el surgimiento de la participación no convencional.

El problema de fondo es el bajísimo o nulo nivel de nuestros gobernantes. Gente que sin absolutamente nada que perder y que esperan, si nadie lo remedia, mucho a ganar. Gente que proclama su amor apasionadísimo por su país, y que lo único que hacen es hundirlo, porque ellos solo se aman a sí mismos.  

 

 

Gente que en campaña son capaces de decirse de todo, y más, y que a posteriori son capaces de pactar con el mismo diablo si fuese necesario con tal de tener garantizado el carguillo. Lo que en campaña fueron todo vetos, ahora son todo pactos. Y ahí se les ve a los unos y a los otros haciendo el ridículo minuto a minuto, hora tras hora, día tras día y semana tras semana. Y lo peor de todo es que tanto les da. ¿Hay alguno de ustedes que entienda algo?

 

 

Y lo que más me preocupa no son todos estos mediocres sino el crecimiento que observo en Europa de las extremas derechas. (Por favor, jamás se olviden de cómo acabó Europa la otra vez, gracias).

 

 

 

Desafecto

1. adj. Que no siente estima por algo o muestra hacia ello desvío o indiferencia.

2. adj. Opuesto, contrario.

3. m. malquerencia.

 

 

 

 

 

 

 

Intenten ser felices. 

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