La dictadura de los mediocres

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La dictadura de los mediocres
La dictadura de los mediocres
Soy un gran apasionado de la psicología humana aplicada a la política. Algo que se conoce, como es lógico, como psicología política, una rama del conocimiento poco extendida pero que encierra mucho potencial para quien quiera cultivarla. El problema es que para hacerlo bien uno tendría que ser psicólogo y politólogo. Y, a poder ser, haber vivido con intensidad los procesos internos de los partidos, sobre todo en su dimensión de la lucha por el poder, preferentemente el local. Siguiendo esta teoría, me gustaría hablar del síndrome de Solomon y como este afecta de manera decisiva a la selección de las élites políticas de un país y los límites de crecimiento y progreso que surgen como consecuencia en la práctica. En 1951 Solomon Asch, psicólogo estadounidense, llevó a cabo un experimento llamativo. Acudió a un instituto donde trabajaría con 123 jóvenes voluntarios. Escogía grupos de 7 alumnos que serían sus cómplices, frente a un octavo que entraría sin saber la jugada. Asch mostraba 4 líneas verticales, de las cuales la primera y la cuarta medían exactamente lo mismo. Entonces pedía a los 8 que les dijesen en voz alta cuales de las dos líneas eran iguales en longitud, dejando al octavo como último participante. Este, escucha el veredicto de los 7 primeros que, uno a uno, señalaban dos líneas que no eran iguales. Solo el 25% de los “octavos” miembros mantuvieron su criterio personal, el acertado, frente a la manipulación pactada e interesada de los otros 7 compañeros del experimento. Es decir, que aquel famoso chascarrillo donde nos preguntaban si creíamos antes a los demás que a nuestros propios ojos, se plasma de manera objetiva y empírica en un experimento. Desde entonces hablamos del “síndrome de Solomon” cuando adoptamos opiniones o posturas contrarias a nuestras creencias solo para evitar sobresalir y poder transitar dócilmente dentro del camino que sigue el resto, aunque pensemos que es el equivocado. Es el miedo a ser distinto, a brillar, a realizarse uno mismo y saborear nuestra libertad sin complejos ni ataduras. Las personas tenemos miedo a ser los actores de nuestro propio destino porque sabemos que ello conlleva riesgos, muchos riesgos, aunque cuando se alcanza dicha gloria nos aporta la felicidad más auténtica que puede sentir un ser humano. Pues bien, esto en política está plenamente vigente, sobre todo en la dinámica interna de los partidos. Vivimos condicionados por la dictadura de los mediocres, y aunque muchos somos conscientes de ello, pocos, muy pocos, nos atrevemos a alzar la voz para gritar nuestra deriva. Sabemos que en la dictadura de los mediocres aparecen, necesariamente, esos “verdugos voluntarios” cuya misión es silenciar a quien habla un idioma puro e insobornable; al que usa las palabras con el sentido natural que tienen, y no con el fingido que muchos pretenden darle para ocultar sus actos llenos de oscuridad y de vergüenza. Ser libre siempre tuvo un precio, pero lo que nos diferencia a los países es el número de personas que estuvieron dispuestos a pagarlo para lograr una sociedad más justa y más libre. Las élites de cada país determinan la naturaleza y el coraje de sus sociedades. Desconozco si los españoles tenemos el gobierno que nos merecemos, pero lo que es indudable es que tenemos el gobierno que refleja a la mayoría. Uno de los ejemplos más actuales del síndrome de Salomon es el coro tan numeroso de militantes y dirigentes socialistas que no cesan de repetir la necesidad de reformar nuestra constitución y lo inevitable de constituirnos como un estado federal para solucionar todos los problemas que nos afectan, principalmente el catalán. Utilizan así diversos conceptos y expresiones de los que, en su mayoría, desconocen el significado pero no se lo plantean porque la cúpula dirigente de este PSOE de Pedro Sánchez ha dicho que son buenas y necesarias, sin ir más allá. Sobresalir en un partido o hacer algunas preguntas incómodas es una manera rápida y directa de que seas señalado como enemigo por esos verdugos voluntarios que sostienen la dictadura de los mediocres. Cuando en los años de posguerra se fue implantando y desarrollando un estado del bienestar fuerte y cohesionado, entonces incluso los partidos conservadores, de derechas, sucumbieron a este relato casi inalterable de modelo económico-social dispuesto por los partidos socialistas. Había partidos de derechas que competían en propuestas sociales frente a los de izquierdas. Ahora, sin embargo, vivimos un cambio de papeles: es la doctrina económica de la derecha la que domina nuestro país, nuestro continente, y la socialdemocracia es incapaz de ofrecer un modelo alternativo. Tanto es así que ahora mismo solo existe un nombre propio que condensa todas las esperanzas que aún tenemos los de izquierdas de que triunfe la izquierda no como ese vértice radical y alejado de la “centralidad” que nos cuentan, sino como esa manifestación natural del socialismo reformista que en un pasado, no muy lejano, protagonizó los “años de oro” del progreso económico más justo y extensivo de nuestro continente: Jeremy Corbyn.   Origen: La dictadura de los mediocres

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